Lo primero que se distingue ahora en este
amable poeta luminoso es la mano: una mano constelada de anillos de esmeraldas y
diamantes; como si estuviera adormecida de aquel sueño precioso. Como
sorprendida de aquel inesperado premio de fastuosidad. ¡Ella tan sobria y
desnuda antaño...!
Villaespesa, como un príncipe sarraceno, acaba
de pasar por la isla. Ha representado sus dramas, un poco violentos y desusados.
Pero con los viejos recuerdos de su lirismo juvenil. Granada, Madrid, Sevilla.
Los mismos anillos de sus manos sonando en los versos.
El poeta se pasó las horas africanas
intentando dormir siestas, rodeado de una familia enorme, y de diecisiete
secretarios superpuestos. No ha dicho nada a causa de su constante embriaguez de
millonario. Lánguidamente habló de América algún instante. Después estuvo como Segismundo en el palacio. Para él la vida ha alcanzado ya su verdadero sueño.
Villaespesa tenía para nosotros una leyenda
turbulenta. Una leyenda graciosa, de secretarios, de cenas de bombones, de revistas
ocultas de ingenio y de osadía. Hay en las galerías de su recuerdo un traje de
moro, estropeado y sucio, que le trajo un amigo del África, traje que fue
siempre inempeñable, con el cual se cubrió el poeta muchos días: los
sentimentales días de su viaje sentimental. Traje inmortal, que un diplomático
americano de melenas venezolanas le vio lucir por las calles de la corte.
Entonces. Villaespesa decía unas mentiras maravillosas a los diplomáticos
americanos y estos diplomáticos se las tornaban en sus propios sueños. Literatura
modesta.
Recordemos que Villaespesa fue muchos años el
embajador de América en Madrid; el cobijo sonriente de toda la América literaria.
Los poetas americanos se daban entonces un auto-banquete diario, mientras
Villaespesa hacía como que se los ofrecía él. Villaespesa se llevaba después los literatos, como Colón sus muestras humanas, a la casa de un
aristócrata que hacía libros, donde la vieja marquesa de La Laguna asistía. Y en
aquellos tés fantásticos y salvajes los poetas americanos recitaban los versos
a la Marquesa, en tanto la Marquesa se fingía en un sueño, remada por las criollas
estrofas.
Villaespesa fue siempre el hombre espontáneo y
cariñoso de la vida. La vida era entonces una cosa de alcázares de perlas en el
aire, de piedras preciosas soñadas, de jóvenes que arribaban a Madrid, como
geniecillos, de toda la baja Andalucía o de las ásperas montañas del Norte.
Villaespesa los cubría con el manto de sus revistas y bordaba sus revistas con
todos los versos gratis de España. Villaespesa era el espíritu gratis que se
daba a todo el mundo con la facilidad y la amabilidad de sus propios sonetos.
Estos días, que eran como de balde, ya
pasaron. Un secretario del Villaespesa de ayer no comía y tenía que dejarse
pegar. El poeta los bautizaba con nombres históricos y así fueron desfilando
por la pintoresca casa, la más alegre fauna de la literatura económica. Toda
América. Casi toda España. Nosotros siempre habíamos visto a Villaespesa en el
turbio fondo de los salones de sus revistas, en el oscuro rincón del cuarto de
sus casas de huéspedes... ¡Casas que se significaron por su personalidad
sonora, se engrandecieron por ese honor del grande hombre sospechado, el grande
hombre que él mismo apabulla al patrón no pagándole de un modo teatral y
elocuente!
Villaespesa, tan bueno y tan interesante, se
esfumaba en nuestro recuerdo, detrás de un montón de hombres pequeñitos a quienes
él aleccionaba con una tranquilidad inaudita de rey árabe. Villaespesa tenía en
aquellos días un ejército de discípulos, como Rafael, a quienes les puso un prólogo
en cada libro; un soneto diferente que siempre era el mismo; el soneto de
Villaespesa en que nos juraba el gran porvenir del prologado. Todos estos hombres
han muerto ya cubiertos por la losa del soneto. Nada de esto costaba dinero,
era gratis como el cielo, el mar y el monte. Gratis los secretarios, los
banquetes, los prólogos, los sueños... Las manos del poeta desnudas de anillos
se extendían proféticas sobre tanta cabeza soñadora. Y el cotidiano vaso de
café y el caramelo brillante eran las alternativas del dulzor y del amargor de aquella
vida difícil...
Pero ya se acabó este pasado. Mejor. No se
acabó todavía. Es lo mismo que ayer, pero ahora cuesta dinero, dinero de verdad.
Los caramelos siguen, el café continúa, los secretarios viven cobrando por hoy
y por ayer. El oro americano corre en medio de todas las almas. El dólar se ha
vuelto romántico. Es poeta, al fin, Henri de Rothschild.(enlace en francés)
No sé si la esmeralda soñará amores en la mano
del vate, pero vive con un verdor primaveral y húmedo. Es como un nuevo poeta
americano que se da un banquete con su propio dinero, mientras lo alaba el
poeta con una magnífica cortesía sutil.
Villaespesa cruza la ciudad como un califa
fastuoso. Detrás le sigue una corte elocuente y regia de gentes que recitan
versos a todas horas, que cantan en todo instante unas borrosas glorias
nacionales... Gitanos limpios, llenos de porvenir tropical, con los dramas y
los versos rebosándoles el alma y los bolsillos... Caravana sentimental de
gente, asoleada de patriotismo, con trajes de terciopelo y corazas de acero y
lanzas áureas. Andalucía, Castilla, España, pero una España de perilla zorrillesca,
agradable y vivaracha, una España que "no quiere irse", reacia en irse; un poco
retórica un poco medieval. España de cortesía, que aún dice "vos, señor" y "vos, señora" y "malhaya" al final de cada romance...
Han cruzado frente al Atlántico, han
desembarcado en el puerto cosmopolita, han subido las rudas montañas insulares
y en todo lugar visitado dejaron el destello de una lanza, el opaco brillar de
una armadura...
En las gavetas de las mesas de noche del
hotel, sobre las consolas, están los billetes de banco del poeta, cuartillas
que se cobran sin escribirse y las cuales contemplan el vate desde su cama como
si fueran los programas de sus funciones...
Y para una factura de diez pesetas, se cambia
un billete de mil, y la vuelta casi no se ve porque se pierde en las manos fantásticas
de los mil y un señores del Ideal...
Pero la mano, la mano anillada y rica, la mano
americana, de indiano ahíto, guarda el viejo calor de su cordialidad. Y todavía
vibra con el dulce sueño de la primera juventud; la mano que atraía los
secretarios y la que escribía las bellas palabras de amor. Es una mano que al enriquecerse
y vestirse de piedras ricas no ha hecho más que sacar a flor de piel la egregia
espiritualidad oculta. Yo he estrechado la mano sin sentir los anillos, como si
los anillos estuvieran sólo dentro y el brillar de las piedras solamente fuera un
vehemente reflejo de la luminosidad interior...
Pasó el poeta con un secretario efectivo y
todos los viejos secretarios de honor, repartidos con cargas de administración
y archivo. Y como remate de la caravana pintoresca, un negro, un negro esclavo
que sale en los dramas de comparsa y siempre se ríe con su risa blanca, ante
las muertes de los personajes, con una risa confianzuda y descarada, como
hombre que sabe la verdad de aquellas heridas momentáneas y espectaculares.
El poeta realizó sus sueños. Sus ojos se
pierden en el camino del mar. No sabe ciertamente cómo es el camino. Echado en un
diván moruno dicta órdenes a los favoritos, unas órdenes vagas, absurdas, líricas...Después
cierra los ojos para sentir los destellos de sus sortijas...
Pasó y dejó una larga huella de sonrisa
policromada... Y un recuerdo de Cádiz que es el más justo retrato de su alma andariega
y generosa.
Es así el recuerdo. Un final para su glorioso
viaje.
Secretario... ¿Cuánto han de costar los
pasajes de la compañía para Canarias....?el secretario contesta que de cuatro a
cinco mil pesetas costarán.
Y el poeta, entonces, da cinco billetes
grandes, como cinco tarjetas de visita, en un tono de príncipe displicente y
egoísta.
Pero cuando el secretario vuelve con
quinientas pesetas que sobraron, el poeta, afianzado en el muro de sus sueños,
se sorprende y exclama: ¡Ah!, devolviéndole el billete. Y la voz resuena cálida,
dormida, como desde el fondo de su antiguo hogar: ¡Cómo! ¡Le han sobrado a
usted 500 pesetas! Pues quédese, quédese con ellas por haber conseguido más
baratos los pasajes...
[23-VII-1921]
No hay comentarios:
Publicar un comentario