POBLADO DE LOS TRABAJADORES DE LA FINCA "EL PINO" EN GUINEA (2/2/1931) AUTOR DESCONOCIDO
Hemos sido invadidos por una muchedumbre de negros vestidos de mariposa. Han llegado en un barco español de las posesiones de la Guinea. No sé por qué sospechamos, al verlos, que estaban todos bautizados con esos residuos que quedan del agua del Jordán. Tenían las negras cierta imperceptible claridad sobre los rostros, como si empezaran a desteñirse: tales esos libros encuadernados en piel oscura cuyo color se va alejando hacia el fondo de la piel por el continuo palpar de las manos... Los negros traían chisteras, bonges, sombreros de paja sobre la cabeza. Y ellas, en los trajes, toda la estridente policromía imaginable. Además, cadenas, joyas apagadas como de vidrios húmedos; impermeables, abanicos. En Fernando Póo llueve y arde a la vez. Las negras se abanican furiosamente con los impermeables puestos...
De tiempo en tiempo, hay en el puerto estas
notas oscuras, como las nubes del Sur. Pero como esta vez, nunca. El tonante brillo
de las cabezas rubias y ese rosa de aurora holandés o germánico iluminaban de un
modo excesivo el puerto todas las semanas. Ahora, han cruzado las nubes apagando
la luz extranjera. Los negros españoles, al dar su nota turbia, nos han vuelto
a colocar el olvidado seso en una justa realidad patriótica. Estábamos ya un poco
ilusionados. La civilización nos rozaba el espíritu como el agua los labios de
Tántalo... Pero estos pequeños y amables negros, compatriotas de color de
sotana reciente, han llegado a la isla para avivar la memoria muerta.
Los negros estaban bautizados. Pudimos comprobarlo
después. Era gente incorporada ya a la Iglesia. Aquellos trajes vivos de santos
en la Gran Semana, y sobre todo, los labios, esos labios de pila de agua
bendita, nos descubrían la teológica labor de unas misiones heroicas. No sé por
qué pensamos que el catolicismo emigraba como los gallegos a América y que ya
había encontrado una estancia cómoda y productiva. Dentro de aquellos cráneos
de pared medianera, cráneos de fuerte o de castillo medieval, no es fácil que
se escape ninguna protesta. Ningún refugio más seguro para una creencia
abstracta y antigua...
Los negros bautizados visitaron la catedral y era conmovedor el tripal espectáculo de los canónigos admirando la evolución de la idea... Las negras iluminaban las naves del templo con el raso azul de sus trajes, con el verde moiré de sus blusas. Venían de lo más recóndito y oscuro del mundo probando el poder de los panegíricos. Nosotros no sospechamos hasta dónde podían ser hermanos nuestros aquellos seres de ébano. Y así sentimos de pronto, en lo más profundo de nuestras conciencias, como un instintivo temblor racial, de recursos ancestrales, de amores primitivos... ¡Eran hermanos nuestros que tornaban ricos después de muchos años de ausencia…! Traían dinero a España, y acaso el secreto destino de ser ministros, de abrir salones distinguidos y presidir juntas católicas de señoras... ¡Ah, querido amigo lector: desde los tiempos de Recaredo no ha habido en España un éxito mayor como este de la Guinea!
Los negros bautizados visitaron la catedral y era conmovedor el tripal espectáculo de los canónigos admirando la evolución de la idea... Las negras iluminaban las naves del templo con el raso azul de sus trajes, con el verde moiré de sus blusas. Venían de lo más recóndito y oscuro del mundo probando el poder de los panegíricos. Nosotros no sospechamos hasta dónde podían ser hermanos nuestros aquellos seres de ébano. Y así sentimos de pronto, en lo más profundo de nuestras conciencias, como un instintivo temblor racial, de recursos ancestrales, de amores primitivos... ¡Eran hermanos nuestros que tornaban ricos después de muchos años de ausencia…! Traían dinero a España, y acaso el secreto destino de ser ministros, de abrir salones distinguidos y presidir juntas católicas de señoras... ¡Ah, querido amigo lector: desde los tiempos de Recaredo no ha habido en España un éxito mayor como este de la Guinea!
Los negros, pasaron... Uno tenía la rizada
barba de color claro-respetable maestro de literatura-, una negra era tuerta
como la princesa de Éboli y los macacos infantiles que abrían el paso cogidos de
la mano, compuestos, bautizados y domesticados, parecían niños blancos de
cuota, niños que llevaban encima el trágico karma de ser mañana socialistas de
gabardina y ateneo. Hubo un instante en que creímos que todos habían sido
mandados a buscar para sacar casta de votos mauristas, para reforzar la
conciencia idónea.
Era una «troupe» numerosa, y al parecer
convencida con el bautismo. Pisaban las calles con paso de cédula; como si
tuvieran en los bolsillos los recibos del inquilinato o de la contribución. Eran
una masa de contribuyentes acondicionados para toda admiración... Alguno creerá
mañana que los señores de Díaz de Mendoza son los representantes del teatro español...
Tenían conciencia de muchas cosas secretas, parecía como si los hubieran puesto
en antecedentes al bautizarlos...
La ciudad sintió ondular la mancha negra.
Vistos en lo alto de una cuesta, cuando empezaban a descender parecían el lomo
enorme de un gato negro acariciado por unas manos sutilísimas... Brillaban como
alpaca. Las cabezas, francamente rubias de los extranjeros, se apagaban con el
duro color africano. Era un color inquisidor, violento, tenía el ardor fanático
de un jesuita y caía sobre la dulce suavidad de los colores europeos con el
leonino salto de un Savonarola del tinte.
Sentíase, al verlos, el cosquilleante, deseo
de ofrecerles un homenaje, para prepararlos de los que habían de recibir al
pisar tierra peninsular. La abnegación de aquel bautismo, la propensión que descubrían
de ser lectores del "A B C" impulsaba a rendirles nuestras cortesías,
Pero el jefe de la "tropa" era un hombre sabio y lleno de práctica agudeza.
Le ofrecimos un canónigo en adobo, dos catequistas a la francesa... El negro, impertérrito,
nos oía sin responder... Después de un largo silencio, en que dirigió una mirada
de consulta a un fino misionero gualdo que le acompañaba, contestó, cortes,
casi como un blanco del Casino de Madrid: Gracias, señor. Yo no quiero banquetes
ni homenajes. Vamos a España a buscar una cosa más interesante...
Y al preguntar, sorprendidos, que cosa buscaba
de una patria que tiene tan pocas ya, respondió, gravemente, austeramente: Yo quiero
suspender las garantías constitucionales en Fernando Poo.
[15-I-1922]
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